Stellantis, el gigante automotriz detrás de marcas como Jeep, Fiat, Peugeot y Dodge, atraviesa un momento crítico. La empresa reportó una pérdida neta de 2,680 millones de dólares en el primer semestre de 2025, un contraste brutal con las ganancias que tuvo el año pasado.
Los motivos: nuevos aranceles en EE.UU., caída de ventas en Norteamérica (donde sus envíos bajaron un 25 %), salida de ejecutivos clave y la cancelación de varios programas estratégicos, como el desarrollo de autos de hidrógeno.
Sus ingresos globales también se desplomaron, pasando de 99 mil millones a 74 mil millones de dólares, y el valor de sus acciones ha caído un 39 % en lo que va del año.
En medio del caos, la empresa cambió de CEO y ahora busca una reestructuración que incluye enfocarse en modelos híbridos, recortar proyectos no rentables y ajustar su producción para esquivar parte de los aranceles mediante el T-MEC.
¿El reto? Recuperar la confianza del mercado y adaptarse a un entorno cada vez más complejo y volátil. Stellantis se convierte así en un caso clave para entender cómo la política comercial y la transición energética están sacudiendo a la industria automotriz global.