Las redadas migratorias en Estados Unidos son un ataque directo a millones de trabajadores esenciales. Así lo dijo la presidenta Claudia Sheinbaum este viernes, al condenar los operativos de detención lanzados esta semana en varios estados norteamericanos, principalmente California.
“Es muy injusto lo que están haciendo”, afirmó. Y no solo por razones humanitarias: la presidenta subrayó que si EE.UU. expulsa a su fuerza laboral migrante, “los campos no van a producir lo mismo”. En otras palabras, la economía estadounidense depende de los mismos trabajadores que hoy está criminalizando.
Ante esta ofensiva, el gobierno de México activó un plan de protección consular que incluye refuerzos presupuestales, asistencia legal, atención psicológica y orientación para familias separadas. Según cifras oficiales, más de 67 mil mexicanos han sido repatriados en 2025, y el flujo continúa.
Trump ha regresado con la misma estrategia del miedo que lo llevó al poder en 2016. Y otra vez, los migrantes son el blanco perfecto. Solo que ahora, México no está reaccionando con tibieza: los consulados móviles ya están en marcha, y la Secretaría de Relaciones Exteriores ha reforzado su presencia en los puntos críticos.
A diferencia de lo que ocurrió durante el primer mandato de Trump, esta vez el gobierno mexicano no se limita al discurso. Se están firmando convenios con ciudades santuario, promoviendo el uso de apps de alerta migratoria y ampliando los centros de apoyo temporal en la frontera norte.
“Vamos a defender a nuestros connacionales en todo momento”, sentenció Sheinbaum. Y mientras en EE.UU. se debate el odio disfrazado de política migratoria, en México se blinda la dignidad de millones que solo buscan trabajar.