En el tablero global del fútbol, la FIFA vuelve a estar en el centro del debate, pero esta vez no por goles ni campeonatos, sino por derechos humanos. Una jugada inesperada sacudió los despachos de Zúrich el pasado jueves, cuando un grupo de prestigiosos abogados internacionales presentó una queja formal contra el organismo rector del fútbol mundial. El motivo: su presunta omisión en garantizar los principios de su propia política de derechos humanos al confirmar a Arabia Saudita como sede del Mundial 2034.
El exasesor anticorrupción de la FIFA, Mark Pieth, junto al abogado suizo Stefan Wehrenberg y el británico Rodney Dixon, alzaron la voz desde la plataforma oficial de la FIFA para denuncias. Con un documento extenso de 30 páginas como sustento, los juristas cuestionan la designación del reino saudí como anfitrión del mayor espectáculo del balompié global, una elección que se concretó en diciembre de 2024 sin oposición alguna.
“El historial de derechos humanos de Arabia Saudita es incompatible con los estándares que la propia FIFA dice defender”, señala el documento. Según los firmantes, la entidad que preside Gianni Infantino ha ignorado reiteradas advertencias y propuestas de asesoría sobre cómo vigilar el cumplimiento de estos derechos en el país árabe.
La presentación de esta queja se produjo apenas horas antes del inicio del Congreso anual de la FIFA, donde se reúnen las 211 federaciones miembros. En una movida atípica, Infantino tenía previsto llegar tarde al evento, luego de acompañar al entonces presidente estadounidense Donald Trump en una visita de Estado a Arabia Saudita, consolidando aún más los lazos entre la dirigencia del fútbol y el régimen saudí.
Desde hace años, Infantino ha tejido una relación estrecha con el príncipe heredero Mohammed bin Salman, cuyo programa “Visión 2030” busca modernizar el país. Sin embargo, organizaciones y activistas aseguran que los cambios son cosméticos y que los abusos persisten, especialmente contra la libertad de expresión, los derechos de las mujeres y el trato a los trabajadores migrantes.
Arabia Saudita se embarca ahora en una gigantesca obra de infraestructura para albergar el Mundial 2034, que contará con más equipos, más partidos y estadios de diseño ambicioso. El precedente inmediato, Qatar 2022, ya enfrentó duras críticas por su historial de abusos laborales, y ahora, todas las miradas se posan sobre el nuevo anfitrión del torneo.
La FIFA, por su parte, respondió recientemente a una misiva de Human Rights Watch reiterando su “compromiso inquebrantable” con la defensa de los derechos humanos. Pero para los abogados, las palabras no bastan. “Todavía hay una oportunidad de forzar reformas reales en Arabia Saudita”, concluye su reclamo, apelando a que la FIFA utilice su poder no solo para organizar torneos, sino para promover el respeto y la dignidad en todos los rincones donde ruede el balón.
Con esta polémica aún en desarrollo, el camino hacia el Mundial 2034 promete ser más que una carrera por el título: será una prueba de fuego para la integridad del fútbol como herramienta de cambio global.