La Selección Mexicana de Futbol no emociona ni al más optimista: es un equipo ramplón, triste, carente de recursos, predecible y hasta aburrido.
En dos partidos ante representativos inexistentes en el futbol ; República Dominicana y Surinam, México confirmó que no existe progreso alguno en su desempeño, mucho menos un estilo y ya ni hablar del orgullo que ha referido Javier Aguirre que debe transmitir a la gente.
El llamado Tricolor adolece de un funcionamiento, de recursos, de líderes, de variantes y de un juego de conjunto que pueda llevarlo a ganar o perder bajo un código postal.
Venció a dominicanos y surinamenses porque evidentemente México tiene a mejores futbolistas, pues se trata de dos selecciones que están fuera siquiera de las mejores 100 del mundo, de acuerdo con el ranking de la FIFA.
Así que aquel pobre y recurrido argumento de que las “distancias se han acortado en el futbol”, simplemente busca justificar el estancamiento del conjunto nacional que ve pasar a técnicos, directivos y jugadores sin que su realidad se modifique.
Y la realidad de México, más allá de los cuentos que quiera vender la televisora que respalda a la selección, es que el equipo no provoca emoción alguna, no ilusiona, no tiene materia prima para dar un salto de calidad y tampoco eligió al entrenador idóneo luego de los fallidos y breves experimentos con Diego Cocca y Jaime Lozano.