El papa Francisco, primer pontífice latinoamericano en la historia de la Iglesia, falleció este lunes a los 88 años en su residencia de la Casa Santa Marta, según confirmó el camarlengo del Vaticano, el cardenal Kevin Joseph Farrel, a través de un mensaje en video.
“Con profundo dolor tengo que anunciar que el papa Francisco ha muerto a las 7:35 horas de hoy. El obispo de Roma ha vuelto a la casa del Padre. Su vida estuvo dedicada al servicio del Señor y de su Iglesia, enseñándonos el valor del Evangelio con fidelidad, valentía y amor universal, especialmente hacia los pobres y marginados”, expresó el cardenal Farrel.
En su mensaje, agregó: “Con inmensa gratitud por su ejemplo como discípulo de Jesús, encomendamos su alma al amor misericordioso de Dios Uno y Trino”.
Durante su papado, iniciado en 2013, Jorge Mario Bergoglio —nombre de pila del papa— se caracterizó por su cercanía con los sectores más vulnerables y su postura crítica hacia el capitalismo, el cambio climático y la carrera armamentista, lo que lo convirtió en una figura relevante tanto dentro como fuera de la Iglesia.
A pesar de no participar en las celebraciones de Semana Santa por motivos de salud, el pontífice apareció el domingo en el balcón de la logia central de la basílica de San Pedro para impartir la tradicional bendición urbi et orbi y recorrió la plaza en papamóvil.
Francisco había estado hospitalizado recientemente durante 38 días por una neumonía bilateral, de la cual fue dado de alta el pasado 23 de marzo. Su recuperación lo mantuvo al margen de los actos litúrgicos en los días previos a su muerte.
La noticia provocó reacciones inmediatas en todo el mundo. Campanas repicaron en templos de Roma, su natal Argentina, Filipinas, México y Francia. En la Ciudad de México, la campana mayor de la Catedral Metropolitana sonó en señal de duelo; mientras que en Francia, las campanas de Notre Dame hicieron lo propio. En Mallorca, el Cabildo Catedral expresó sus condolencias y agradeció el legado pastoral del pontífice argentino.
Francisco deja una huella profunda en la Iglesia Católica, marcada por un estilo pastoral cercano, mensajes de justicia social y una firme defensa de los derechos humanos.
